La mudanza

UDAAlmeria B - Poli Almeria. Partido

Una mudanza te deja secuelas. Al pasar junto a un contenedor sigo buscando el logotipo de una distribuidora de pan precocido. Sus cajas de reparto reunían los requisitos. Tamaño adecuado y unos 60 cm de altura. Aún disecciono en piezas mentalmente cada mueble, pensando si cabrá o no en mi coche. El otro día, justo antes de “Añadir al Carrito” Fiebre en las gradas de Hornby, consideré volcar mis lecturas a un Kindle de esos. Qué forma de engañarme a mí mismo, como aquella vez que iba a dejar de fumar.

Tiempo de descuento

Una mudanza supone un poco de sacudida existencial. Escoger qué llevas contigo y qué dejas atrás. Precipita adioses indeseados. No soy yo, ni eres tú; cosas que pasan. Tarde o temprano, ese descarte, habrá de acudir a tu memoria. Como aquella sudadera más que usada, vivida, que se quedó en un mostrador de facturación de Ryanair; o la estampa carialegre de un fotomatón, hecha pedacitos, cuando se desfiguraron las risas en muecas amargas. La mudanza además, te muestra un reflejo de ti desconocido. Tu otra cara. Te enfrentas a ese tú con ojeras que duda, que salta a la primera. Que acelera y no avanza. Y aunque estabas seguro de haber previsto una fecha optimista, te toca llamar al casero para pedirle más tiempo de descuento.

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El derbi

Las ciudades se enfrentan a veces también a sus dos caras. Un derbi escalda la semana. Te pone en alerta. Es ese claxon que te saca de tu ensimismamiento ante el semáforo que dirige la rutina. No hay mayor rivalidad que la proximidad. El otro día disputamos el nuestro. Los dos conjuntos almerienses de Tercera por primera vez se veían las caras en la capital. Claro, con todo este jaleo no he sacado tiempo para escribir que hemos vuelto del exilio. Esa ha sido otra mudanza. Bien lo saben la furgoneta de nuestro director deportivo y el camión que seguimos sin saber de dónde sacó Juanan. Este derbi es raro. Con el semblante recauchutado. La Unión Deportiva Almería surgía de una fusión de garrafón. Un cambio de etiqueta y una mala resaca. La mezcla quedó mejor en la foto oficial que en el sentimiento de una parte de los aficionados. Al Poli se le dio por muerto sin autopsia. Años después, un grupo de incautos decidió desentumecerle los músculos y enchufarle oxígeno; y poco a poco volvió a caminar con el mismo número de licencia federativa. Para los nostálgicos de aquellos partidos contra el CeEfe de los 90, nos queda contentarnos hoy en día con medirnos a su filial. El Almería B saltó al terreno de juego con 12 millones de euros en su delantera. Sí, 12 millones en Tercera. Con la bota de Appiah y la espinillera de Gutiérrez salvábamos nuestro presupuesto. El resultado final fue de tres goles encajados (ninguno de las “estrellas”), la lesión de nuestro capitán y algún rifirafre final. Suena dramático, pero todo lo contrario. Recordar rencillas pasadas te agita por dentro. Y quieras que no, un domingo es más domingo si puedes ver a tu equipo. Porque aunque no se permite la entrada de público, el departamento de Comunicación se las ha ingeniado para emitir a través de Youtube en condiciones, llamémosle, precarias. Leí alguna vez que cuando Sergio Leone llegó a nuestra tierra en busca de escenarios desérticos para sus Spaguetti Western, andaba preocupado por tener que lidiar con las malas comunicaciones y las débiles infraestructuras. Si hubiera visto a Alfonso, Luismi y Miguel en la Ciudad Deportiva de Los Ángeles ni hubiera rechistado. Han salvado la campaña de abonados desde un terrado donde el sol castiga el morrillo y te aplasta la frente. Sin resguardo. El día que llueva no hay posibilidad de emisión. Yo de ellos, me espero cualquier cosa. No paran de darle vueltas a la cabeza.

Caprichos del destino

Como decía, la mudanza me ha dejado secuelas. Molestias en la zona baja de la espalda y un seco crujido en la muñeca. También me ha robado mucho fútbol. Y como es caprichoso el destino, estrenábamos temporada contra el Maracena. Precisamente el rival que nos esperaba antes de que un Estado de Alarma hiciera saltar por los aires nuestros planes de 2020. El desplazamiento a Porcuna se canceló. Tampoco pisamos el Estadio de la Victoria de Jaén. Habrá que acostumbrarse. Controlar los positivos en nuestra categoría es una quimera. Vamos cruzando un puente con los ojos cerrados. El derbi tampoco pude verlo. Ese día movíamos un par de estanterías y el escritorio. Desmonta, carga, protege y arranca. El tablero de cristal vino a romperse saliendo del ascensor, en la puerta de la nueva casa. Además de caprichoso, el destino a veces, es muy cabrón.

Autor

José Manuel Torrente Galera

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