El carromato

Enfurecido

Acaba la semana, al fin es viernes. Álex azota la ciudad. No sé bajo qué criterio se nombran los temporales. Álex tiene más de compañero de pachanga que de ventisca destructora. Las palmeras se quiebran bajo el tañido de las olas. Me tropiezo con objetos descontextualizados en el trayecto.

La borrasca

Cartones de todos los tamaños, un árbol derribado, decenas de champiñones por el suelo, un manguito con el dibujo de Bob Esponja. Rachas de 90 kilómetros por hora han puesto la ciudad patas arriba. Llego a la cochera de Jeyu y casi no puedo cerrar la puerta. Nos cruzamos con bomberos y las insistentes sirenas de coches de policía. El aspecto es desangelado. Se amontonan ramas sobre ramas tras cada curva. La carretera parece un campo minado. Por el barrio se ha desprendido una cornisa. La puerta de una cochera con su golpeo sordo anuncia el apocalipsis. Nos adentramos en el Mini Market donde nos espera Paisa. Nos tiene listas las garrafas de agua. Con el avituallamiento llegamos al Campo de Los Ángeles.

El carro matto

Los protocolos de la pandemia obligan a que siempre esté presente en el entrenamiento un responsable Covid. Hoy estoy con Jeyu (presidente) y Kino (vicepresidente). Aquí nadie lleva traje, hay que apencar. Llenamos los botelleros de los jugadores. Para reducir los riesgos de contagio han de ser individuales.
Mirando los nombres en cada bidón, repaso la plantilla. Pregunto por Manolo, el nuevo fichaje. Los botelleros me informan de altas y bajas como quien consulta la Guía Marca en pretemporada. Ya es casi la hora. Me voy con Jeyu a la puerta para abrir a los jugadores armados con termómetro y gel. Uno apunta a la frente, el otro descarga en las manos. Me reencuentro con Alberto y me da alegría. Mascarillas mediante, me cuenta que ya solo le queda Econometría II. Esperamos hasta que llega Ruzzo que sale del trabajo muy justo. Los jugadores se cambian en la grada, no está permitido el acceso a los vestuarios. Todo listo. Es viernes; y jugadores, técnicos y directivos, desafían al temporal y al reposo. Entre los
muchos planes que se te ocurrirían un viernes noche, hemos convergido con distintas motivaciones en el campo de entrenamiento. Vemos al Juvenil, tienen buena pinta. Y de repente Juanan quiebra la paz: “Salid que tenéis que ayudarme a sacar unas cosas”. Miedo. El otro día estuvo tomando medidas. Me lo imagino
escrutando el horizonte con el lápiz sobre la oreja. Llega con uniforme de trabajo y me tiende unos guantes. Hay que bajar un trozo de metal enorme. Es la rampa para su nuevo artilugio. Al cambiar de campo de entrenamiento, disponemos de un angosto almacén bajo las gradas. Una suerte de zulo donde guardar todo el material que bien valdría para ocultar kilos de explosivos. Donde todos veían
problemas, Juanan trazó soluciones. En su mente ha diseñado un armatoste al que ha ido dando forma pieza a pieza. Alternando soldaduras y remaches. Nada queda fuera. El hueco de los conos, el borde de los bastidores para los aros, los balones van delante en su bolsa, dos travesaños para las vallas. Sobrio y
equipado. Encaja al milímetro en el almacén. Algo increíble. Hemos dado en llamarlo El Carromato. Me gusta, viene de la expresión italiana carro matto que traducido libremente sería algo así como qué locura de carro. Es una extraña mezcla entre los Autos Locos y la ingeniería soviética. Tiene la robustez de un
carro armado y ruedas para desplazarlo. Ante el despliegue de cableado y herramientas, el conserje nos mira alucinando. El disco produce chispazos de fuego. Kino dice que parece Navidad. Yo veo un tifo de clase obrera con la radial ejerciendo de bengala. Los jugadores empiezan a recoger y tras saludar, se
marchan a casa casi tan sudados como Juanan.

La Lola

Al terminar el entrenamiento nos hemos atribuido el merecimiento de unas cervezas. Con ese optimismo del que se autoevalúa cuando tu profesor te reta a que te otorgues tú la nota. Nos esperaba Monia en nuestra sede social. LaLola es para nosotros mucho más que un bar. Una prolongación de nuestra casa. Nos
sentamos en la mesa bajo la bufanda del Poli Almería. LaLola ha sido por años patrocinador del equipo. Y eso que a su dueño Jose no le gusta el fútbol pero una vez fue a un partido y comprendió que esto es mucho más que fútbol. Encima hoy ha vuelto Alba tras meses en ERTE. La alegría es inmensa. Allí dentro me siento a resguardo. Olvido la negatividad del telediario y disfrutamos del dominio de las brasas de Andrea. No sabemos lo que durará la tregua. Hemos aprendido este año que trazar un plan para mañana puede resultar precipitado. Pero hoy me da todo igual. Hoy es viernes y estoy de puta madre. La compañía ayuda. Y las copas de cerveza también.

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