Quien me conoce sabe que no soy precisamente un amante de los animales. Y eso que en mi casa Félix Rodríguez de la Fuente tenía el poder de convocar a toda la familia ante la tele. Y eso que después de salir del colegio, ver Más Deporte y apurar el plato de lentejas; mi padre entrecerraba los ojos (que no dormía), viendo como la gacela intentaba huir del león en esa eterna lucha desigual que La 2 nos retransmitía con todo lujo de detalles.
Recuerdos
Muchos sienten predilección por el Rey de la Selva. Poderoso, altivo e imponente. De noble estirpe. Reclamo de éxito en pantallas y escenarios. Hay quien se empeña en emplearlo como
emblema de una Almería que solo ha atinado a verlo entre las rejas de un Oasys en medio del desierto. A mí sin embargo, siempre me han llamado la atención esos insectos que son extremadamente sociales. Esas especies cuyo destino está marcado por el trabajo comunitario. Sin alternativa. Gregarios para un objetivo común. Me sobrecogió la estructura del hormiguero de la película Cariño he encogido a los niños, cuando solo era eso, un niño buscando la salida en el jardín de los adultos. Recuerdo también, ver una vez un documental de unas hormigas beligerantes que llegaban a hacer esclavos de otros hormigueros. La hostia. Aunque la palma se la llevan las abejas.
Espíritu obrero
Las abejas se encargan de cumplir una función esencial para el equilibrio natural debido a su labor polinizadora. Cierto es que ser productoras de miel les da puntos extra. Casi que se festejaba en mi casa, cuando a mi abuelo le traían un panal de miel. Yo lo veía como una obra de ingeniería concebida por algún pastelero francés. Tostadas de miel. Pepino con miel. Yogur con miel. Y pronto aprendí también, que la cera era la responsable de darnos luz cuando en las noches de verano en el pueblo, los tendidos eléctricos decidían ponerse en huelga. La luz de las candelas. De las mariposas, como llamaban en casa de mis abuelos a esas circunferencias de cera que flotaban sobre cuencos de agua creando efectos fantasmagóricos en la cocina.
Sin luz entre la maleza, caminamos en muchas ocasiones los aficionados al fútbol. Presas de depredadores que nos aguardan al otro lado del río. Ricos propietarios que nos ponen la miel en los labios con promesas que sufren apagones estivales. Los sentimientos no tienen cabida en el fútbol-negocio de hoy. Se trata de puro instinto de supervivencia bajo la ley del más fuerte. Las SAD vinieron a transformar el fútbol en un modelo profesionalizado que acabó dejando en manos de millonarios reyes de la manada, el devenir de entidades históricas. Ver hoy al Málaga o al Valencia así, me produce tristeza. Como respuesta a ello,
ha surgido en estos últimos tiempos un movimiento para democratizar la gestión del fútbol implicando a los seguidores. El fútbol popular tiene mucho de enjambre, de espíritu de abeja obrera. Para que la reina verdadera siga rodando sobre el césped, muchos aficionados se afanan en el mantenimiento de la colmena. Colocar las vallas, vender las entradas, inflar los balones. Sin contraprestación económica pero sin sentirse en deuda con nadie. Hay quienes prefieren ser obreros a clientes. Eso es para mí el fútbol popular. Aportar tu granito. Caminar de la mano. Conformar una organización en donde toda ayuda sea bienvenida.
Sentirte parte de algo y adquirir la obligación de perpetuarlo desde lo colectivo.
Polinizate
Es un hecho que está descendiendo el número de abejas en los últimos años. Se atribuye falsamente a Albert Einstein la cita apocalíptica que nos advierte de que: «Si las abejas desaparecieran del planeta, a los humanos sólo nos quedarían 4 años de vida». Nos recuerdan los expertos que proteger a las abejas es proteger a nuestra civilización. No debemos olvidar que los clubes humildes son vitales para que el ecosistema del planeta fútbol perviva. El néctar del fútbol de proximidad. Dicen varios amigos, que cuando te pica el Poli, su aguijón se hunde en tu sistema circulatorio. El veneno se extiende por todo el cuerpo y ya no hay punto de retorno. La picadura que te lleva a libar flores que nacen del barro. A transportar ese sentimiento para que produzca semillas. Polinízate fue el lema de la acertadísima campaña de abonados 17/18 del Poli Almería. Aún no sabemos si se pondrán abonos a la venta este año. Pero sí sabemos que otro modelo es posible. Siempre habrá quien prefiera los leones. No me parecen excluyentes. En el Poli Almería caben todos. Y todas, por supuesto.
Autor: José Manuel Torrente Galera