De las dificultades surgen los milagros

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Empecé el sábado con una sensación distinta. Mi sistema nervioso me avisaba que en pocas  horas mi equipo se jugaba mantener la categoría en su visita a Palma. No suelo ponerme  nervioso con el fútbol e intento disfrutarlo con la perspectiva de que es un juego que, como  mucho, va a cambiar mi estado de ánimo por un rato. Pero, no sé muy bien el por qué, hoy sentía  que el fútbol, como dijo Valdano, se había convertido en “la cosa más importante entre las cosas  menos importantes”.  

La forma de sufrir

Mientras esperaba a que empezase el partido me evado de la realidad y empiezo a divagar sobre  la diferencia existente entre la forma de “sufrir” que tienen los aficionados de un club “grande”  y la de un aficionado de un club “pequeño”. Me acordé de los aficionados “culés”, de su peor  temporada en décadas y en que su sufrimiento consistía en alcanzar un puesto que le permitiese  jugar la Champions League el año que viene. También me acordé de los aficionados  “merengues” que, con el título de campeón de liga en el bolsillo, han sufrido por meterse en la  final de la Champions League. No conseguirlo no alteraría en demasía su futuro, únicamente la  desilusión por no ser el mejor equipo de Europa. 

Abandono el mundo real

Vuelvo a la realidad mientras veo que el estadio de Son Moix está lleno hasta la bandera con  300 “espartanos” llegados desde Granada. Vuelvo a abandonar el mundo real y empiezo a  pensar en esos aficionados granadinos que han conseguido viajar hasta Palma gracias a la  revuelta social que hubo por parte de los aficionados y socios contra la directiva en la semana  previa al partido. Pienso, también, en qué sería el fútbol sin los aficionados y lo mal tratados que  están por todos los estamentos que envuelven el deporte rey. El fútbol es del aficionado, dicen. 

Regreso a la realidad y me encuentro ante un partido que va a marcar el futuro a corto, medio  y quizás a largo plazo de ambos clubes. Al que pierda se le compromete esta temporada y, quién  sabe, si su futuro. Bajar de categoría puede convertirse en un camino de no retorno.  Rápidamente me vienen a la cabeza ejemplos como el del Real Zaragoza que lleva una década  intentando ascender otra vez a la máxima categoría, el Real Oviedo y su etapa en tercera  división, el Málaga C.F. refundado del extinto C.D. Málaga y sobre todo la U.D. Salamanca y su  desaparición. Bajar de categoría puede ser el punto de inflexión de un club. Así de cruel. Así de  triste. 

El partido se desarrolla favorablemente para el Granada C.F. que termina ganando y dando un  paso importante para la salvación. No es definitivo pero sí muy importante. Perder era sellar su  solicitud para el descenso de categoría. En esta situación parece encontrarse el Deportivo Alavés  tras su derrota ante el R.C. Celta de Vigo, al que solo un “milagro” podría salvarles. De “milagro” también se ha catalogado la salvación del Levante U.D., si llega a producirse.  

Miedos

Llegados a esta altura de la temporada da igual lo que se trabaje o el esfuerzo realizado durante  todo el curso. A esta altura de la liga florecen los miedos del ser humano y la esperanza de que  alguna fuerza sobrenatural te eche una mano que ayude a conseguir el objetivo de principios de  temporada. Es cuando aparece “Milagro”, el jugador número 26 de la plantilla. 

Hay quién dice que un milagro es un evento tan excepcional que se ha de atribuir siempre a la  intervención divina. El término proviene del latín «miraculum» que significa «objeto de  admiración». No existe ámbito de la vida, quitando el religioso, en el que se produzcan más  “milagros” que en el deportivo. Los milagros, como casi todo en esta vida, son subjetivos, cada  persona tiene guardado en su mente aquellos que le hacen esbozar una sonrisa. A mí, sin  embargo, me cuesta creer en los milagros. 

Esta temporada será recordada por los milagros que se han producido en el Santiago Bernabéu  en las eliminatorias ante el PSG, Chelsea y Manchester City. Sin explicación posible, el equipo  madridista es capaz de superar sus enfrentamientos siendo inferior. Para algunos, un milagro,  para otros el peso del escudo y la historia, hay quién dice que suerte, otros que es fe. Cada cuál  que elija la opción que quiera. 

Aura del milagro

Muchos son los partidos que están envueltos bajo el aura del milagro. Rápidamente me viene a  la cabeza la Champions League de la temporada 2004/2005 que ganó en penaltis el Liverpool  F.C. al A.C. Milán tras ir perdiendo en el descanso 0 goles a 3. También es recordado el partido  entre F.C. Barcelona y el PSG en los octavos de final de la Champions League de la temporada  2017/2018 en la que se clasificó para cuartos tras remontar la desventaja de 4 goles que traía  del partido de ida y ganar por 6 goles a 1 en el partido de vuelta. 

También existen jugadores o equipos que son considerados como milagrosos. Así, durante la  carrera deportiva de Iker Casillas se le asignaba el calificativo de “santo” y algunas de sus  intervenciones de “milagrosas”. No es difícil recordar que algunas de esas paradas se las realizó  a Robben durante la final del Mundial de Sudáfrica en 2010 o a Berbatov y Bastürk en la final de  la Champions League de la temporada 2001/2002.  

Hay historias sobre equipos envueltos en ese halo milagroso que sobrepasan la historia. Destaca  el Castel di Sangro, equipo de un pueblo de unos 5000 habitantes que logró alcanzar la Serie B  italiana. La historia de este equipo se recogió en el libro “El Milagro Castel di Sangro”, escrito  por Joe McGinniss y que cuenta el desarrollo de esa temporada en la segunda división italiana. 

Por cierto, libro recomendable. 

El «Poli Almería». El esfuerzo.

Por desgracia, el fin de semana no ha acabado todo lo bien que hubiese querido ya que el Poli  Almería ha perdido su partido ante el Celtic de Pulianas. Tras el partido, y tras hablar brevemente  con Jota y Jeyu, me he parado a reflexionar sobre el club almeriense. 

Me acuerdo cuando fui a verlos jugar por primera vez en el estadio de la Juventud y cómo me  quedé fascinado con todo lo que viví ese día. Desde entonces, soy un aficionado del club  rojiblanco de pantalón azul. 

Foto para la sección de socios

Lo primero en lo que me paro a pensar es en el sacrificio de unas cuantas personas por sacar  adelante un club histórico que ha vivido épocas mejores. Un club que hace las cosas de forma  distinta, sabiendo sus limitaciones y creciendo sin poner en peligro la economía del club. Un club  que cada año tiene que ver en qué campo municipal puede entrenar y jugar sus partidos. Un  club que vive a la sombra de un gigante que amenaza con asentarse en la máxima categoría del  fútbol español. 

Pienso en Jeyu, y como sufre cuando los resultados no acompañan al equipo. En él veo el reflejo  del sentir del aficionado del Poli. Pienso en Pablo, Juanan, José María y tantos otros que trabajan  por el club de forma voluntaria sin otra satisfacción de ver jugar a su equipo.  

Jeyu

También me acuerdo del departamento de “Comunicaçao” y del trabajo que ha realizado y  realiza por darle difusión al club. Da igual que sea haciendo hilos magníficos sobre la historia de  Almería para promocionar un partido o a través de los PirriFanzines. Si hay que retransmitir un  partido, allí están ellos. El crecimiento del club en este sentido es espectacular. 

Departamento comunicacion

No me olvido del cuerpo técnico y de los jugadores que sacrifican cada fin de semana para  defender la camiseta de la forma más digna posible. Da igual tener que levantarse un domingo  a las 7 de la mañana para viajar 3 o 4 horas para jugar un partido o jugarse su integridad física por amor al deporte. Todo ello sin tener una nómina que le permita vivir del fútbol. Un aspecto  importante del Poli es su idea de contar con chavales de Almería para formar su equipo. Un  acierto. 

Pienso en esos “feligreses” que cada domingo, con viento o con sol, van al estadio a animar al  Poli con mayor satisfacción de verle competir. En total, unas 300 personas entre socios y  abonados que hacen posible que una historia del fútbol español siga vivo. Me acuerdo de David,  Davinia y Leyre y como su paso por “Informe Pirri” me terminó de confirmar una idea que ya  tenía desde hace tiempo, el capital humano del Poli es su mayor tesoro.  

Termino de pensar en el Poli y llego a la conclusión de que, como diría el filósofo francés Jean  de la Bruyere, “de las dificultades surgen milagros” y como diría el escritor británico Gilbert Keith  Chesterton, “lo más increible de los milagros es que ocurren”. Que cada año salga a competir el  Poli es un milagro y ese milagro es gracias a ti, aficionado. ¡Musho Poli!

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