El reinado de los Chipolopolo

Chipolopolo

El 19 de septiembre de 1988 en el Gwangju Mudeung Stadium, en Gwangju (Corea del  Sur) la selección de fútbol de Zambia se dio a conocer futbolísticamente goleando a Italia  por 4-0 en los Juegos Olímpicos de Seúl. La selección italiana formada por jugadores  como Tassotti, Ferrara o Pagliuca sufrió una dolorosa derrota ante el emergente equipo  africano. Zambia estaba liderado por Kalusha Bwalya, autor de tres de los cuatro goles y  que ese mismo año sería nombrado mejor jugador del año en África por delante de  Roger Milla, Rabah Madjer o George Weah. “Teníamos uno de los mejores equipos en  África, fue un momento de mucho orgullo, el anuncio de la llegada de Zambia al  mundo del fútbol”, relata Kalusha. 

Kalusha

Todo el país estaba volcado con las hazañas de su selección, decidida en alcanzar por  primera vez una fase final de la copa del mundo, la de 1994 en Estados Unidos. El último  paso era superar un triangular ante Marruecos y Senegal, pero la madrugada del 28 de  abril de 1993, de camino a Dakar, todo cambió…  

“Sentí que no quería jugar al fútbol nunca más” contó Kalusha Bwalya. Ese día, el avión  que llevaba a la mejor generación de jugadores de la historia de Zambia, los Chipolopolo  (las balas de cobre), el apodo de la selección zambiana de fútbol, se precipitó en el océano Atlántico, frente a la costa de Gabón. En el accidente fallecieron los 30 pasajeros, entre ellos los 18 jugadores, además de entrenadores y del presidente de la  Federación del país. No hubo ni un superviviente en aquella terrible tragedia que marcó para siempre el deporte en Zambia. 

Chipolopolo

“Había tanta esperanza, tanta alegría alrededor de nuestro equipo que pasamos días  llorando, fue devastador para nuestro pueblo», explica Kalusha, que disputó el resto de las eliminatorias liderando un equipo lleno de juveniles. Estuvieron a un partido de lograr la que hubiera sido la clasificación más increíble de la historia del deporte

Un mes después de la tragedia, Zambia ganó a Marruecos por 2-1. Después de un  empate y una goleada (4-0) ante Senegal. Zambia estaba a un punto de alcanzar la gloria  y disputar el ansiado Mundial de EEUU. En un partido muy igualado, donde llegaron a rematar dos veces al larguero, los Chipolopolo acabaron cayendo por un 1-0. Ese gol  rompía su sueño mundialista. Ese gol clasificaba a Marruecos. 

El año siguiente, a tan sólo dos meses del comienzo del Mundial de 1994, Zambia alcanza la final de la Copa Africana de Naciones en Túnez, perdiendo contra la gran  favorita, Nigeria, con Okocha, Finidi, Amunike y Amokachi por 2 a 1. 

Tras casi alcanzar la gloria, durante mucho tiempo tuvo un peregrinar por el desierto.  Iban pasando los años y la selección de Zambia no levantaba cabeza. Sin embargo, a este  viaje le aguardaba su momento más dulce. 

La edición de la Copa África de 2012 se disputaba en Guinea Ecuatorial y Gabón, el  mismo país donde Zambia había visto truncado sus sueños la noche del 28 de abril de  1993. Tras un largo camino de 18 años, la posibilidad de dedicar el triunfo a los 18 jugadores que fallecieron en Libreville aumentaban. La final se disputaría en la capital  de Gabón. Para poder jugar allí, los Chipolopolo debían llegar a la final… y lo  consiguieron. 

“La clave fue el espíritu de equipo y el trabajo duro. Teníamos la motivación. Antes de  la final nos dijimos: ‘tenemos que ganar por ellos’”, desvela Renard, entrenador del  equipo. 

Renard

El 12 de febrero de 2012, en el Stade d’Angondjé de Libreville a 10 kilómetros de donde  se produjo el fatídico accidente, Zambia disputaría el partido más emotivo de su historia.  En frente aguardaba la poderosa Costa de Marfil de Touré, Drogba o Gervinho. Tras un  partido muy disputado y en el que Costa de Marfil dispuso de las mejores ocasiones,  hasta un penalti que Drogba mandó a las nubes, el partido llegó a los penaltis.  

Fueron necesarios 18 lanzamientos para que Zambia se coronara reina de África por  primera vez. 18 años después del accidente, en el que fallecieron 18 futbolistas, 18  penaltis habían hecho alcanzar el cielo a los Chipolopolo. “Fue como un sueño. En  Libreville no podíamos perder porque jugábamos con dos equipos”, relata Kalusha.

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