“Mi cabeza sangra, pero no se inclina”, fueron las palabras que inspiraron a Nelson Mandela durante los 27 años que estuvo en prisión de Robben Island como castigo a sus acciones en defensa de la igualdad y los derechos de la comunidad negra durante el Apartheid.

Durante este periodo, la isla de Robben Island se convirtió en el máximo emblema de la represión y el lugar dónde se les negó a los presos, casi todos negros, jugar el fútbol. «Al principio teníamos que jugar a escondidas, en nuestras celdas, fabricando los balones con papeles, ya que estaba prohibido. Si nos descubrían jugando nos castigaban de varias formas, como no darnos de comer», contó Tony Suze, uno de aquellos presos.
Ante esta situación, Mandela comenzó su lucha para que pudieran disfrutar de su deporte más deseado, el fútbol. Así lo recordaba años más tarde, “en la isla de Robben, sólo podíamos seguir el Mundial por la radio. El fútbol era la única alegría de los prisioneros”.

Su esfuerzo tuvo su recompensa, y finalmente todos los sábados podían jugar durante 40 minutos. Al cabo de unas semanas crearon una liga de ocho equipos: Manong, Rangers, Hotspurs, Dynamo, Bucks, Ditshitshidi, Gunners y Black Eagles. Con el paso de las semanas, la pasión por el fútbol traspasaba el rectángulo de juego y se trasladaba a la biblioteca de la prisión, que se llenaba de títulos con temática deportiva. Entre ellos destacaba el libro ‘Soccer Refereeing’ (El arbitraje en el fútbol), una obra de Denis Howell, político británico y enemigo abierto del racismo del gobierno sudafricano, que se convirtió en uno de los libros más leído en prisión.
En 1982, Mandela fue trasladado a la prisión de Pollsmoor, en Ciudad del Cabo y seis años después fue llevado a Víctor Verster, la que sería la última cárcel en la que estaría antes de ser liberado. Aunque hubo múltiples pedidos de la comunidad internacional para que se reconsiderara la condena de Mandela, no fue hasta el 11 de febrero de 1990 cuando el presidente Frederick de Klerk autorizó su liberación.

Años más tarde, en 1994 y, tras haber recibido el Premio Nobel de la Paz de manera compartida con de Klerk, Mandela se convirtió en presidente de su país. Sudáfrica por primera vez tenía un presidente negro. Su mandato se centró en la reconciliación nacional, en la igualdad de derechos para todos y la erradicación de la pobreza.
En Sudáfrica el fútbol y el rugby eran los símbolos de la discriminación. El rugby era un deporte de blancos y el fútbol un deporte de negros. Si la Copa del Mundo de Rugby del año 1995 fue el punto de inflexión de la unión del país, no menos importante fue la Copa de África de 1996. Nelson Mandela utilizó a Radebe y a Fish, negro y blanco, para demostrar apoyar una sola causa, lo que se llamó “Un Equipo, un País”. Mandela les pidió que aprovecharan su fama para dar conferencias por toda Sudáfrica y demostrar que la convivencia entre todos era posible. De orígenes distintos y enfrentados, el fútbol les hizo entender definitivamente que la convivencia entre negros y blancos era lo normal. Eso fue lo que utilizó Nelson Mandela para hacer entender a su país la normalidad del cambio. Una vez más se demostró que el deporte, y más en concreto el fútbol, era mucho más poderoso que la política.
Si Sudáfrica fue la sede de la última Copa del Mundo mucho tuvo que ver Mandela, que entendió que “el deporte tiene el poder de motivar y unir a los pueblos” y era un “escenario para mostrarse al mundo, por eso es tan importante que la Copa Mundial de la FIFA, por primera vez en la historia, se celebre en el continente africano en 2010”. Un Mundial que demostró la capacidad que tiene el continente africano para organizar grandes eventos. Un Mundial que evidenció que Sudáfrica había superado sus problemas raciales. Un Mundial que tenía un nombre propio: Nelson Mandela. En Ciudad del Cabo, en una de las calles menos favorecidas se puede leer la siguiente frase: «Para ser vistas, algunas cosas primero deben ser creídas». Mandela creyó desde su estancia en Robben Island.
